Personajes Ilustres
FRANCISCO JAVIER DE LOS ARCOS
(Los Arcos, 1745-1812). Capuchino. Estudió en el convento de los Capuchinos de Cintruénigo, donde tomó el hábito en 1760. Los primeros años de su vida religiosa los dedicó a la enseñanza. Fue elegido guardián del Convento de Pamplona y a partir de entonces ostentó diversos cargos en el Orden Capuchino. En 1787 se le nombró examinador de los Conventos de Rentería, Fuenterrabía, Los Arcos y Lerín y provincial a lo largo de los periodos 1789-1795 y 1801-1804.
Entre sus obras destaca «Análisis de los tres Concilios Apostólicos y veinte Concilios Generales».
Provocó las iras de los inquisidores y las burlas hirientes del fabulista Tomás de Iriarte y del historiador Ferrer del Río con su obra, de mentalidad indiscriminada «Conversaciones instructivas entre el Padre Fray Bertoldo, capuchino, y Don Terencio, en las cuales se tratan varios y muy diversos asuntos».
FIDEL DE LOS ARCOS
(Los Arcos, 15 noviembre 1815-?). Religioso capuchino de nombre civil José López Leza. Vistió el hábito en 1831 en Cintruénigo. Luchó para defender sus ideales en tiempo de la exclaustración. Fue profesor de teología en un seminario de Castilla la Nueva.
Escribió sobre la formación del clero, a fin de que estuviera a la altura del siglo XIX, y sobre la renovación de la vida capuchina. No estuvo conforme con el modo de llevar la restauración del convento de Pamplona y no se integró en el mismo.
SANCHO VI EL SABIO
(ca. 1133-1194) Tal vez extrañe que la galería de personajes arqueños ilustres la encabece el rey Sancho VI el Sabio. No fue, efectivamente, persona nacida en Los Arcos, pero si las autoridades y vecinos de la villa pudieran hoy darle un título, probablemente no se conformarían con la dedicatoria de una calle, que ya posee, sino que con todo merecimiento y justicia lo declararían «Hijo Adoptivo» de Los Arcos. Único hijo varón de García Ramírez el Restaurador y de su primera esposa Margarita, accedió al trono en 1150. En el orden externo destacan los esfuerzos ímprobos que tuvo que realizar para hacer frente a los reinos de Castilla y Aragón, deseosos de repartirse un territorio apetecido por los reyes respectivos. En el orden interno cabe destacar una primera reafirmación de su realeza, visible en el cambio de nombre del territorio, que pasó de llamarse «reino de Pamplona» a denominarse «reino de Navarra» en el año 1162. La confirmación de fueros, entre ellos los de Estella y Los Arcos, y la creación de núcleos urbanos como San Sebastián y Vitoria, son otra de las actuaciones sobresalientes de su reinado.
Murió en 1194, siendo enterrado en la catedral de Pamplona. Le sucedió su hijo primogénito Sancho VII el Fuerte.
Sancho el Sabio debe ser considerado el verdadero refundador de la villa de Los Arcos y el fuero concedido a la población la causa fundamental de un proceso de crecimiento que, durante todo el siglo XIII y la primera mitad del XIV, situó a la villa en unos niveles económicos, sociales y demográficos que solo pudieron ser igualados a partir del siglo XVIII.
DIEGO LÓPEZ DE BARNUEVO
(Los Arcos 1590 -Lima 1663) Nació en Los Arcos, en cuya parroquia de Santa María fue bautizado el 9 de mayo de 1590. Salió de España para hacer las Américas con apenas veinte años y recaló en Perú, concretamente en Cuzco, donde vivió casi cincuenta años más, dedicado al comercio. Pese a no volver nunca a Los Arcos, su villa natal estuvo siempre presente en su memoria y en sus obras. Al final de su vida, el deseo de comprar para su hijo Pedro el cargo de «contador mayor de bienes de difuntos» , tasado en 40.000 pesos, le costó no solo el dinero, sino también el no poder volver a Los Arcos, a pesar de que según sus propias palabras, «después de que estoy en las Indias, no he tenido otro intento ni deseo sino ir a mi patria solo para servir a todos y, en particular, a los pobres como lo he hecho y hago en este terreno» .
Al no poder embarcarse, envió ocho barras de plata que, reducidas a dinero contante y sonante, supusieron 12.284 pesos. Tal dinero debía ponerse en manos de su sobrino el sacerdote Francisco Martínez, residente en Madrid, para invertirlas en una serie de actuaciones previamente fijadas.
En lo que atañe a los Arcos, las partidas más notables fueron dirigidas a resolver necesidades muy concretas de sus vecinos más necesitados. Para los agricultores más pobres se destinaron 2.000 pesos con los cuales se compraron 3.000 robos de trigo, depósito del Arca de Misericordia. La única obligación de estos era devolver el trigo prestado para la siembra, una vez recogida la cosecha. Otros 2.000 pesos se dedicaron a financiar una Cátedra de Gramática para que los alumnos destacados pudieran seguir estudios en la propia localidad. Los intereses del capital, muy menguados, han llegado hasta mediados del siglo XX.
Otras mandas caritativas de Diego López de Barnuevo fueron varios capitales para financiar con sus intereses determinadas acciones: 2.000 pesos para comprar bulas para los pobres; 2.000 pesos para dar de comer a los más pobres en las Pascuas y la festividad de la Asunción; 4.000 pesos para poder financiar las bodas de las huérfanas; además de misas en los santuarios de San Gregorio Ostiense y Codés, y ayudas para el convento de Capuchinos.
Tras haber estado de regidor en Cuzco durante más de 35 años, Diego López de Barnuevo murió en Lima, donde dictó testamento, el 25 de marzo de 1663.
RICARDO GARCÍA-VILLOSLADA ALZUGARAY
(1900 – 1991) Nació el 26 de abril de 1900 en el seno de una familia de posición económica acomodada y esmerado ambiente religioso.
Con dieciséis años ingresa en la Compañía de Jesús, dando inicio a los estudios de Humanidades, Filosofía y Teología que culminarían con su ordenación sacerdotal en Oña en 1929. Tras pasar por la Universidad de Munich, en 1934 se doctora en Historia, comenzando a dar clases en la recién creada facultad de Historia Eclesiástica de la Universidad Gregoriana de Roma. De 1940 a 1948 dicta cursos de Historia Eclesiástica en la Universidad Pontificia de Salamanca. Desde 1949 vuelve de nuevo a la Gregoriana de Roma, donde ejerce de profesor de Historia Moderna hasta su jubilación en 1975. La cátedra universitaria y la investigación histórica, ambas a la par, serán la palestra de su actividad apostólica y vocacional.
Profesor de raza y reconocida competencia, gustaba de romper sus notas una vez acabado el curso académico, a fin de no repetirse al año siguiente y poder preparar con esmero sus clases, que destacaban por su profundidad y elegancia expositiva.
Historiador del Humanismo, el Luteranismo y el Renacimiento, el padre García-VilIoslada mostró siempre predilección por dos títulos: la biografía sobre Martín Lutero, el fraile hambriento de Dios en lucha contra Roma, y la Historia de la Iglesia en España, en la que han colaborado los mayores especialistas de España, muchos de ellos alumnos suyos en Roma.
A sus cualidades para la docencia y la investigación, unió, además, una faceta menos conocida: su vena poética. Una antología de su extensa producción, de profunda raíz cristiana y existencial, y en buena parte inédita, apareció hace unos años con el título Obra poética, que recoge composiciones de sus libros de poemas Mamá celeste, En trance de renacer y Navegando hacia Dios. Ricardo García-Villoslada falleció en Loyola el 7 de enero de 1991.
FRAY JUAN DE LOS ARCOS
Fray Antonio de Yepes, autor de la obra Crónica de la Orden de San Benito, resume así la vida de este arqueño ilustre:
«El maestro fray Juan de los Arcos tomó el hábito en Santa María la Real de Irache y, después de haber leído los cursos de Artes y Teología en los colegios de la Orden, por sus muchas letras, observancia y puntualidad en la religión, ha sido diferentes veces definidor y abad de muchas casas y, entre otras abadías, tuvo dos veces esta de su profesión, la primera por el año de 1589 y, la segunda, el de 1601. Además fue abad de San Benito de Valladolid y general de su Congregación (entre 1598 y 1601).»
Su vinculación a Los Arcos fue muy estrecha, dada la cercanía del monasterio de Irache a su villa natal. Sin duda debió de participar, en su condición de abad, en importantes acontecimientos habidos en Los Arcos en el último tercio del siglo XVI, invitado por las autoridades civiles y religiosas. A estos comportamientos corteses, fray Juan de Los Arcos respondió con un gesto singular, muy acorde con la corriente tridentina del culto a las imágenes y reliquias de los santos. El 14 de septiembre de 1601, durante su segundo mandato como abad donó a la parroquia una serie de reliquias insignes que le habían regalado cuando era abad general de la orden de San Benito de Valladolid: una cruz de plata con un trocito del Lignum Crucis conservado en Santo Toribio de Liébana; una cruz de ébano, con muchos viriles y, en lo alto, una crucecita del Lignum Crucis; una medalla de San Torcuato, discípulo de Santiago, obispo y mártir, con una reliquia suya dentro del pecho, en unas andas doradas; otra medalla de San Ramiro, mártir, con una reliquia suya dentro del pecho; y un lienzo de Nuestra Señora del Pópulo, con su guarnición.
A partir de esa fecha, el culto a las reliquias, singularmente a la Vera Cruz, creció en Los Arcos de forma extraordinaria y tuvo consecuencias populares folclóricas, con festejos de música, danza y teatro, especialmente con motivo del solemne traslado de las reliquias al retablo relicario levantado en 1629. Luego vendrían festejos taurinos que se sumaban a los que se celebraban el 16 de agosto, festividad de San Roque.
Buena parte de esas reliquias y relicarios se conservan actualmente en el retablo de San Juan Bautista. La cruz de muchos viriles se colocaba en una de las torrecillas del ochavado de la torre, desde el 3 de mayo al 14 de septiembre, para que bendijera los campos. El sacristán debía subir a encender la correspondiente vela y, por este trabajo, recibía como salario anual cuatro reales de plata, importe de un par de zapatos.
FRANCISCO DE MAGALLÓN Y BEAUMONT, V MÁRQUÉS DE SAN ADRIÁN
(1707-1778), nació en Tudela en 1707. Fue hijo de Lorenzo de Magallón y Chávarri y Ana María de Magallón Beaumont y Navarra, ambos de buena posición social.
En 1730 contrajo matrimonio en Tafalla con Teresa de Mencos y Ayanz, hija de los condes de Guenduláin, con la que tuvo cinco hijos en nuestro pueblo, según consta en el libro de bautismos de la Parroquia. Como su padre, gozaba de doble vecindad: en Tudela y los Arcos. En ambas villas tuvieron familia y amplias heredades. Fue abuelo de José María Magallón y Armendáriz, cuyo soberbio retrato, obra de Goya, guarda el Museo de Navarra.
Interesado en el negocio del vino por las repercusiones económicas tan fuertes para la economía de la villa, defendió con sólidos argumentos ante las cortes de Navarra que no había ninguna necesidad de descepar el término comunal de los Arcos para arreglar los problemas surgidos con la exportación de vino, como si fuera un impedimento para la reincorporación de la villa a Navarra.
Hombre ilustrado y bien preparado intelectualmente, fue autor del tratado Ideas de la felicidad para el reino de Navarra en la erección de casas de Misericordia y Seminarios. En él sostenía la tesis de que el reino no era feliz porque crecía el número de vagabundos y holgazanes, y la cultura era patrimonio de pocos. Para remedio de lo primero propuso en las cortes de 1765 que se construyeran casas de Misericordia; para mejorar la cultura, que se crearan dos buenos seminarios de nobles en Pamplona y Tudela, los más importantes, y otros de menos categoría en Estella y Sangüesa. Se impartirían no sólo las ciencias religiosas sino Física experimenta» Geometría, Música, Pintura y hasta Esgrima, Danza y Equitación. las cortes desecharon su programa por utópico.
Participó activamente en la política local y provincial. Respecto a la primera, fue elegido alcalde de los Arcos por el estado noble el 31 de diciembre de 1741, desempeñando su actividad a lo largo del año 1742. Respecto a la segunda, ocupó un puesto en las cortes del reino de Navarra de los años 1757 y 1765, quedando adscrito al brazo militar.
Murió en Tudela en 1788, dejando en pie su casa solariega en la calle Mayor de los Arcos. En la que fuera huerta de la familia se ubican actualmente la Casa de Cultura y el albergue de peregrinos Isaac Santiago.
MARTÍN GUMET
(¿ -Los Arcos 1577) No se tiene noticia cierta del lugar y la fecha de su nacimiento, aunque su apellido tal vez denote un probable origen francés; pero de lo que no hay duda es de que en Los Arcos vivió, fundó una familia, estableció su taller y murió el año 1577.
Su obra como entallador y ensamblador es relativamente abundante. En 1560 interviene en el ensamblaje del retablo de San Esteban de Genevilla, obra de Andrés de Araoz y Arnao de Bruselas, sin duda uno de los mejores retablos navarros del siglo XVI. Entre 1560 y 1565 trabaja en la construcción del retablo mayor, los dos colaterales, unas andas, el banco y el facistol de la parroquia de Piedramillera, y el retablo mayor, un relicario y la cajonería de la parroquia de Mués. Conocemos, igualmente, otros trabajos realizados para las iglesias de El Busto, Armañanzas y Agoncillo, donde realizó el ensamblaje de su retablo mayor.
El contrato para los veintitrés sitiales de la sillería, las dos puertas y el facistol del coro de la parroquia de Los Arcos fue firmado el 8 de abril de 1561 .Para su realización se utilizó madera de roble de la Burunda. La obra fue tasada en 2.060 ducados, que se le debían pagar en anualidades de 50 ducados de oro.
En 1563 fue uno de los escultores que optó a la construcción del retablo de la parroquia de San Juan de Estella, con un presupuesto de 2.200 ducados, aunque no ganó el concurso. Su condición de ensamblador es unánimemente alabada por los historiadores del arte y restauradores que han tenido ocasión de estudiar su obra de mazonería. Respecto a su tarea como escultor, en palabras del profesor Pedro Echeverría:
«Martín Gumet nos ha dejado unos retablos de transición entre el Primer Renacimiento y el Romanismo, con arquitecturas claras, arcos rebajados, columnas de tercio inferior decorado, algunos frisos con querubines alados, remates triangulares y templetes abiertos. En las sillas de Los Arcos los componentes manieristas superan a los platerescos.»
SAN ANDRES HUBERTO FOURNET
San Andrés-Huberto Fournet, sacerdote francés, nació en Saint-Pierre de Maillé, departamento de Poitou, el 6 de diciembre de 1752. Es el fundador de la religiosas Hijas de la Cruz, dedicadas a la enseñanza y obras de caridad. A pesar de haber llevado una vida muy austera y llena de penalidades durante la Revolución Francesa, alcanzó los ochenta y dos años. Falleció en La Puye, el 13 de mayo de 1834.
¿ Por qué siendo francés le presentamos entre las personas ilustres de Los Arcos? Fue un vecino singular, durante cinco años (1792 – 1797), en un momento singular, la guerra contra la Convención, exiliado por no haber querido juramentarse con la nueva constitución surgida de la Revolución Francesa. En tal circunstancia, busca hospitalidad en España y la encuentra en Los Arcos, junto con otros franceses. Hasta trece sacerdotes y dos capuchinos, en distintos momentos, fueron acogidos en nuestra villa junto con paisanos de La Baja Navarra que se ocuparon, sobre todo, en la fabricación de tejas.
Nuestro protagonista fue acogido por doña María Cruz Llanos, señora de gran caridad, viuda de Santiago Leza. Para favorecerle económicamente, hubo otra familia, de rica hacienda, que vino en ayuda del padre Andrés. Doña María Antonia Oñate, viuda de Nicolás de Vicuña y, por este motivo, patrona de la capilla de la Inmaculada que esta familia tenía en el claustro parroquial, le encomendó la capellanía y el correspondiente beneficio.
Cuanto sabemos de su estancia en Los Arcos nos ha llegado, curiosamente, de alguien que sufrió similares circunstancias, pero en terreno francés. Fue el capuchino fray Francisco de Los Arcos, emparentado con la familia Leza ( la que había acogido a san Andrés) y desterrado por los cristinos el año 1835, durante la primera guerra carlista, quien lo relató en 1837. Nuestro fraile había sido recibido en Bétharran, diócesis de Bayona, por el padre Miguel Garicoïts ( también santo, canonizado por Pío XII el 6 de julio de 1947), a quien comunicó los hechos.
El Padre Andrés (así se le conocía en Los Arcos), fue miembro de la cofradía Escuela de Cristo. Esta institución, con sede en las dependencias del sobreclaustro parroquial, existentes hasta 1939, tenía como finalidad la santificación de sus miembros mediante la oración, la penitencia y diversas prácticas religiosas hechas en común. He aquí el certificado que acredita su pertenencia a la misma y comportamiento observado, extendido por los miembros de la junta:
«Nosotros, los Hermanos de Obediencia y el Coadjutor del Secretario de la venerable y santa Escuela de Cristo de esta villa de Los Arcos, en Navarra, certificamos que Don Andrés Fournet, sacerdote francés, ha sido admitido como Hermano de esta santa Escuela, que ha asistido con asiduidad a todos los ejercicios, dando buen ejemplo y gran edificación a los Hermanos, sin que jamás se le haya podido tachar de haber faltado alguna vez. En fe de lo cual, le entregamos el presente certificado, que firmamos en esta villa de Los Arcos, el 19 de agosto de 1794. José Artigas (indigno vicesecretario, rubricado), Xavier Pérez González (indigno obediente).»
Esto, y muchas cosas más que declaró por carta fray Francisco de Los Arcos, fue confirmado por don Vicente de Vicuña, hijo de doña María Antonia de Oñate, y también por la nieta de doña María Cruz Llanos.
Para más datos, puede consultarse su biografía con presentación de monseñor Charles Salotti: «Saint André-Hubert Fournet, curé de Maillé – diocèse de Poitier – , fondateur des Filles de la Croix, dites soeurs de Saint André», Milan, typ. de la S. Ligue Eucharistique, 1933 (Datos recopilados y aportados por Victor Pastor Abaigar, Investigador e Historiador).